Una mujer perdida en un laberinto de nudos. Cada amago de salida será un nuevo nudo que deshacer enfrentándose a la realidad de su propia vida.
Crecer, evolucionar, luchar por sus sueños... Eso es lo que uno hace día a día.
De pequeños creemos saber qué es lo que queremos y cuál es el camino... Al madurar, nos damos cuenta que hay un montón de cuerdas que nos atan, impidiendo evolucionar; nudos imposibles de deshacer que hacen el camino costoso, a veces tanto que nos olvidamos cuál era el objetivo hacia dónde nadábamos. Recuperar esos sueños, fuerza e ilusiones nos hace poderosos a la hora de nadar entre la gran telaraña de nudos; no olvidar nuestras raíces hace del camino desconocido un camino más seguro y confortable.
Así pues, el espacio entre nudo y nudo se abre en cuanto uno sabe por lo que avanza, quién es y con quién cuenta a su lado al avanzar, sumándole el aprendizaje que, nudo a nudo, va adquiriendo.
Con esto, no hay muro infranqueable, ni nudo imposible de desatar, solo hay sueños por los que seguir nadando.